Desde la promulgación del Estatuto de los Trabajadores, el contrato de trabajo a tiempo parcial ha sufrido una suerte de maldición: su permanente inestabilidad normativa. Este contrato se ha regulado y reformado numerosas veces, hasta el punto de que mi querido y admirado profesor Alonso Olea -q.e.p.d.- lo calificó de "cada vez más voluble". En efecto, se trata de un contrato muy querido por los empresarios y mirado con recelo por las organizaciones sindicales.